Pues ni más ni menos que una coña marinera que se le ocurrió a Luis Buñuel en una noche de borrachera en Toledo, una ciudad que le fascinaba por su "ambiente indefinible". Realmente no era más que una justificación para irse de jarana los fines de semana a Toledo a emborracharse, gastar bromas y realizar acciones surrealistas que no eran otra cosa que mucho pitorreo.
La Orden de Toledo fue una parodia de orden de caballería con sus preceptos, sus caballeros y su condestable. Cargo que asumió el propio Buñuel, como no podía ser de otra manera. Fue fundada en el día de San José de 1923.
Para pertenecer a la Orden había que amar Toledo incondicionalmente, asistir a la ciudad al menos una vez al año, estando prohibido alojarse en hoteles o fondas de "buen talante", había que pasar al menos una noche entera de borrachera y, por supuesto, no lavarse.
Solían alojarse en la Posada de la Sangre, famosa porque se creía que era en la que se había alojado Cervantes cuando escribió "La ilustre fregona" y que en los años 20 aún carecía de agua corriente y cohabitaban las mulas con los hospedados. Para comer iban a la Venta de Aires, que aún existe, donde degustaban la tortilla a caballo y el vino de Yepes.
Después de la comida dedicaban unos minutos a visitar la tumba del Cardenal Tavera, que impresionaba tanto a Buñuel que hasta le rindió un homenaje en su película "Tristana". Y después se perdían por las laberínticas calles, recitando poemas en voz alta, besando el suelo y haciendo, en definitiva, el bandarra.
Buñuel se inventó toda una jerarquía para la orden y repartió títulos de pertenencia que dibujó el pintor José Moreno Villa. Buñuel, como ya he comentado, era el Condestable. Pepín Bello era el secretario. Lorca y Dalí eran caballeros, entre otros muchos como Rafael Alberti o Maria Teresa León. Por debajo estaban los escuderos. Después los invitados de los escuderos por último los invitados de los invitados de los escuderos. El rango que se alcanzaba dependía del grado de cumplimiento de los preceptos de la Orden.
En la novela gráfica "Los caballeros de la Orden de Toledo" la orden mantendrá esa esencia gamberra a la vez que será una excusa para que los protagonistas vivan toda una aventura de conspiraciones políticas, intriga y acción.
Para pertenecer a la Orden había que amar Toledo incondicionalmente, asistir a la ciudad al menos una vez al año, estando prohibido alojarse en hoteles o fondas de "buen talante", había que pasar al menos una noche entera de borrachera y, por supuesto, no lavarse.
Solían alojarse en la Posada de la Sangre, famosa porque se creía que era en la que se había alojado Cervantes cuando escribió "La ilustre fregona" y que en los años 20 aún carecía de agua corriente y cohabitaban las mulas con los hospedados. Para comer iban a la Venta de Aires, que aún existe, donde degustaban la tortilla a caballo y el vino de Yepes.
Después de la comida dedicaban unos minutos a visitar la tumba del Cardenal Tavera, que impresionaba tanto a Buñuel que hasta le rindió un homenaje en su película "Tristana". Y después se perdían por las laberínticas calles, recitando poemas en voz alta, besando el suelo y haciendo, en definitiva, el bandarra.
Buñuel se inventó toda una jerarquía para la orden y repartió títulos de pertenencia que dibujó el pintor José Moreno Villa. Buñuel, como ya he comentado, era el Condestable. Pepín Bello era el secretario. Lorca y Dalí eran caballeros, entre otros muchos como Rafael Alberti o Maria Teresa León. Por debajo estaban los escuderos. Después los invitados de los escuderos por último los invitados de los invitados de los escuderos. El rango que se alcanzaba dependía del grado de cumplimiento de los preceptos de la Orden.
En la novela gráfica "Los caballeros de la Orden de Toledo" la orden mantendrá esa esencia gamberra a la vez que será una excusa para que los protagonistas vivan toda una aventura de conspiraciones políticas, intriga y acción.